EL SALVADOR TAMBIÉN ES HERMOSO
Hace un par de meses me tocó visitar El Salvador para rodar un capítulo nuevo de 3 Travel Bloggers.
El Salvador es un país pequeño, mínimo, casi un puntico en el mapa. Pocos sabrían que existe si no fuera por su pasado complicado y violento.
Pero si una lección me ha dejado ser venezolana y viajera en medio de nuestra crisis, es que absolutamente todos los países merecen ser visitados. Que las malas famas sí tienen fundamento, pero que detrás de ellas existe también un universo bonito, un corazón que late, un país que quiere que lo visiten y no sabe por dónde empezar. El Salvador puede ser peligroso, pero también es hermoso.
Al Salvador le pasa como a nosotros, una historia de violencia y un presente complicado los sacó de los circuitos visitables y turísticos. Entiendo que no es para menos, los número no mienten, y ni los suyos ni los nuestros alientan.
Lo que pasa con eso, es que perdemos la capacidad de ver lo demás. Nos arrastra la marea de las malas noticias sin que seamos capaces de ponerlas de lado para ver todo lo bueno que también está pasando. Me han tildado de ingenua por ello, al parecer sufro un exceso de optimismo que raya en la frivolidad.
Explico entonces que reconocer una realidad no es negar la otra.
Sí, San Salvador y Caracas están en la misma lista infame de las 10 ciudades más peligrosas del mundo. Sin embargo, yo he caminado ambas calles y en ellas me he encontrado gente hermosa, amable y sonriente. En ambas he comido delicioso y he visto a quienes preparan esas delicias ofrecerlas con orgullo y cariño. He visto edificios bonitos, gente trabajadora, honesta, he visto historia, he percibido ciudades vibrantes donde la gente ama, se ríe, sale a pasear y aunque muchos no lo crean: se permiten el desparpajo de ser felices.
La realidad siempre es compleja y en medio de las peores tragedias, también están sucediendo pequeños y hermosos milagros.
En El Salvador, ese puntico de tierra, existen más de 75 volcanes. Los hay enormes, pequeños, vivarachos y con ganas de comerse al mundo, otros dormidos y amables se han convertido en bosques, los más audaces abrieron sus fauces y se convirtieron el enormes lagunas de agua clara. Cuando caminé hasta la cima del Volcán Santa Ana y me encontré a la tierra abierta mostrando sus cicatrices de colores, me quedé muda, no podía imaginar que algo con tanta fuerza para destruir pudiera ser tan bonito.
En la costa salvadoreña fui feliz. Tomamos clases de surf en El Tunco y nos reímos un montón. Pero de ese viaje lo que me queda grabado en el recuerdo es la parada en el mercado de pescados del muelle La Libertad. No hubo quién no sonriera. Respondían todas mis inquisiciones acerca de los nombres de los pescados y animaluchos, mi empeño loco en descifrar cómo se llaman los peces de Venezuela y en qué se diferencian a los de afuera, cómo los preparan, de dónde los sacan y cómo se pescan. Recibí abrazos, explicaciones y muchas, muchísimas risas genuinas.
En Joya del Cerén estuve fascinada explorando cómo la ceniza había conservado todo en perfecto estado. Uno siente que se asoma por una ventanita al pasado en esa especie de Pompeya latinoamericana que tan pocos sabemos que existe. En Casablanca me dejaron hacer un trapito pintado con añil, las chicas amabilísimas me explicaron con mucha calma y ni les molestó que no me quedara tan bien como a ellas.
En términos generales, el salvadoreño parecía sorprenderse con nuestro empeño en conocer su tierra. Nos daban las gracias en ocasiones y ponían todo su esmero en complacer a esta visita foránea que tan poco llega hasta sus fronteras. Eso me conmovía.
Mi corazón supo lo que sentía cuando me puse a conversar con Brenda, una de las gerentes del Holiday Inn San Salvador que no paraba de agradecernos la visita. Yo, fascinada con la gente, maravillada con la naturaleza, impactada con la historia del Pulgarcito de América la veía casi extrañada pensando ¿No soy yo la que debe darle las gracias? Entonces me vi a mi misma, aterrada de invitar a cualquiera a Venezuela no fuera a pasarle algo y comprendí la valentía del gesto.
Brenda bonita, te abracé con lágrimas cuando me despedí y espero que este video que hicimos honre tu gesto. Claro que tenemos problemas, yo te entiendo mejor que nadie, pero sólo floreciendo, mostrando lo hermoso, sabiendo equilibrar, atreviéndonos a ver las maravillas que tenemos para ofrecer, seremos los países que en el fondo somos y queremos ser para darnos a conocer.
Si tienen dudas sobre visitar el Salvador o no, despéjenlas con este video: